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VINIFICACION DEL VINO ROSADO

«Un vals y una copa de vino invitan a repetir.»

 Johann Strauss

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Es probable que el primer vino de la Historia no fuera blanco ni tinto. Todo hace pensar que se trató de un sencillo, nada ensalzado, clarete, fruto de una vendimia sin pretensiones, revoltillo de uvas blancas y negras. La propia palabra tinto nos habla en abstracto de un vino blanco entintado. El tinto de hoy, hecho exclusivamente con uvas tintas, es un invento relativamente reciente, doscientos años como máximo. Hay treinta siglos previos remojados en blanco o en clarete.

Para la elaboración de vinos rosados se utilizan mosto yema y mosto primera. Existe un procedimiento en el que, tras un despalillado previo (eliminación de escobajo o raspón), las uvas se estrujan y se trasladan a un depósito, donde se mantiene el mosto en contacto con el hollejo durante 12 a 16 horas, impidiendo que comience la fermentación. Transcurrido ese tiempo, el mosto ha tomado color y se procede al sangrado o separación del mosto y la pasta sólida.

La fermentación, llamada fermentación en virgen (sin presencia de hollejos), se debe realizar a temperatura controlada para obtener vinos frescos y frutados. El resto de las operaciones son  idénticas a las descritas para la vinificación en blanco.

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